
Nuestra formación se asienta en una conceptualización del ser, implícita en nuestro accionar o explícita a través de la palabra, de los valores, de la ley, y de la educación consecuentes.
El hombre es un ser libre, que posee la facultad de razonar, y el lenguaje por medio del cual da a conocer los frutos de su reflexión y se comunica.
Cuando la física cuántica manifiesta la no-existencia del tiempo, pasado, presente y futuro pasan a comprenderse como una unidad.
¿Qué agrega a nuestra realidad
esta nueva concepción
esta nueva concepción
de la historia y lo porvenir?
De su concepción de la muerte, la nada, el desconocido futuro que traspasa el umbral de la aparente no-existencia, surgió la necesidad de intuir el alma inmortal; y la polaridad alma – cuerpo, proveyó la idea de inmortalidad deseada: así el hombre concibió un patrón que encaja y cubre en el hueco de aquellas falencias en su conocimiento que lo inquietan y perturban.
Es la trascendencia de las polaridades la que trae una solución al conflicto que vive en la integración de las mismas:
Cuando el hombre descubre que no existe la dualidad como tal, que la totalidad es un infinito de matices que unen los extremos polares, que cuerpo y alma son una unidad, que el tiempo transcurre sin interrupción y forma parte de un todo indisoluble cuya división ha sido construida por su propia mente...entonces, se transforma.

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